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Por: CHRISTIAN CAICEDO DE LA SERNA*
Pedro El Grande era físicamente anormal, dos metros de alto, hombros anchos;
brazos fuertes, piernas flacas, cabeza, manos y pies muy pequeños; voluble,
caprichoso, desconfiado, rencoroso, cruel e infiel; sufría de tics, moviendo
ojos, nariz, boca y mandíbula; cuarto heredero de la Dinastía Romanov; se casó
con Eudoxia Fiódorovna Lopujiná –niña de 16 años- a la que trató a golpes y
tuvieron a Alexis Pretovich Romanov, quien se casó y al tener a su segundo hijo,
su mujer murió a raíz de las palizas que le había dado. Pedro Repudió a Eudoxia,
se divorció en contra del clero, la encerró en un convento y tomó por amante a
la jovencita alemana Ana de Moensen, a la que ofreció casorio con frialdad de
congelador; ella no aceptó y la relación acabó.
En 1703 Pedro El Grande logró nueva amante que llevó a vivir a San
Petersburgo: la campesina polaca Marta Skavróskaya Moritz, hija de labriegos,
quizá siervos fugitivos muertos en epidemia de peste; era su sirvienta y había
sido cocinera y tuvo varios amantes, entre ellos el príncipe Alejandro Ménshikov
y varios comandantes del ejército ruso. Marta se convirtió al cristianismo
ortodoxo y para borrar el pasado, se bautizó como Yekaterina Alekséievna,
cambiando nombre y apellido (en español se conoce como Catalina Alekséievna o
Catalina I de Rusia). En 1707 Pedro El Grande se casó en secreto con ella y “le
confirió con toda solemnidad el título de Zarina”, (Diario del Zar); Catalina lo
asistió en las guerras y fue estimada libertadora del ejército ruso. El día de
San Pedro de 1714 “Santo de Su Majestad, la Emperatriz Catalina Alexievna (sic
por Alekséievna), Su Majestad la condecoró con su propia mano con la Orden de
Santa Catalina, recientemente instituida en memoria de la presencia de Su
Majestad en la batalla contra los turcos cerca de Pruth en cuyas azarosas
circunstancias obró no como mujer sino como un hombre” (Diario del Zar, pág.
492).
Pedro antes de morir de neumonía y gangrena en la vejiga, la declaró
Emperatriz Catalina I de Rusia. El trono lo heredó su nieto Pedro II (hijo de
Alexis) que murió de viruela a los 15 años; pasó a Ana Ioánnovna (sobrina de
Pedro El Grande) muerta a los 47 años y luego a Ivan VI de Rusia (de meses de
edad, sobrino nieto de Ana).
Eudoxia salió del monasterio e intentó casarse con su amante el General
Stepan Glébov, lo que no sucedió. En 1718, Pedro El Grande la hizo apalear,
encarcelar y condenar a muerte por conspiración; fue apaleada también su hermana
María, un paje del monasterio y otros más; decapitó a su hermano Abraham; a su
hijo Alexis Pretovich, el 19 de junio de 1718 ordenó darle 25 azotes con látigo
y 5 días después 50 azotes, para hacerlo revelar hechos inexistentes. Se lo
obligó a confesar y como no tenía nada que decir, se violentó a su concubina
Afrosina con amenazas de muerte, a declarar –falsamente- que Alexis conspiraba
para destronar a su padre. La Corte de Justicia, de 124 jueces, con esta
inventada excusa, condenó a muerte a Alexis, quien falleció dos días después de
los últimos 50 azotes que ordenó su padre. Dicen que murió de ataque de
apoplejía; pero el inglés Enrique Bruce cuenta que al día siguiente, el Zar,
algunos de los que lo juzgaron y otra gente, estuvieron en la celda y de allí
salió el Mariscal Weyde “y me mandó a ir a casa del droguero Bear y decirle que
compusiera la poción fuerte (strong potion) que él había encargado, atendiendo a
que el príncipe se haya muy enfermo…” Bear se puso pálido y tembloroso. En eso
llegó el Mariscal, Bear le entregó “una copa de plata con su tapa”, luego todos
se retiraron y a Bruce le pidieron que quedara en la celda con dos médicos, dos
cirujanos y el oficial de guardia; el príncipe caía de convulsión en convulsión
y a las 5 de la tarde expiró. Fue envenenado. Así, Pedro asesinó a su hijo. Al
amante de Eudoxia, el General Glévov, al que grande gana le tenía, con una
estaca hundida en la tierra atravesó su cuerpo dejándolo colgado para que
muriera; lo trató de interrogar, este le pidió que se le acercara y lo escupió
en la cara; al Arzobispo, al Procurador del convento donde estuvo aprisionada
Eudoxia, y a otros, en la rueda de moler granos hizo amarrar uno a uno y girar
la rueda hasta marearlo, luego cada vez llevaron la rueda al río con un tronco
al centro; al girar la rueda los ahogó y al trabarse por el cuerpo cada uno, sus
huesos fueron triturados lentamente; les cortaron la cabeza y las hizo exponer
ensartadas en punta de lanza. Antes hizo quemar el cuerpo del arzobispo en una
hoguera.
Pedro El Grande y su amante y luego esposa Marta Skavróskaya o Yekaterina
Alekséievna o Catalina Alekséievna o la Emperatriz Catalina I de Rusia, que
todas son la misma, son los padres de la Zarina Isabel I de Rusia La Clemente,
amante de Iván Dolgorukóv, luego de un Sargento del Regimiento Semenovsky, al
que su prima hermana, la imperante Zarina Ana Ioánnovna de Rusia –hija del
demente e incapaz Iván, hermanastro del Zar Pedro El Grande-, que había creado
una tenebrosa policía secreta -terror de nobles y plebeyos-, le mandó a cortar
la lengua, privando al pobre militar entre otras cosas, de los ardientes besos a
Isabel y lo confinó en Siberia; Isabel I de Rusia, sumida en soledad, se hizo
concubina de un cochero y de un camarero; luego se encaprichó sexualmente de un
ambicioso cosaco corista de una iglesia.
Por golpe de Estado, Isabel I de Rusia La Clemente, se hizo Zarina el 6 de
diciembre de 1741 y encarceló en una fortaleza al Zar Iván VI –bebe de 1 año y 3
meses -, heredero de su tía abuela la Zarina Ana –corta lenguas, ya muerta- y
apresó a su familia; Iván fue aislado y enviado a otra fortaleza y cuando fue
mayor de edad, por su situación y trato, había perdido la razón; era un pobre
muchacho demente. 23 años después, un militar trató de liberarlo, pero al
enterarse los guardias que lo vigilaban, fusilaron al alienado Zar Iván. La
orden de la Zarina, se cumplió al pie de la letra.
La Zarina Isabel I de Rusia convirtió a su amante corista, Príncipe, Mariscal
de Campo, Emperador del Norte y lo hizo nombrar Conde del Sacro Imperio Romano
Germánico; los avatares del buen sexo: un anónimo corista de iglesia, además
lejos de ser noble, terminó Coronado Imperial e incrustado en el Sacrum Romanum
Nationis Germanicae Imperium… Las vueltas de la vida con el sublime Eros
endiablado.